El racismo –al igual que la discriminación en general- implica un orden mental y un orden espacial. A ojos de los españoles que llegaron a América, los indígenas constituían un enigma: ¿acaso son humanos?, se preguntaban. Muchos lo ponían en duda, los veían más cerca de las bestias que de los humanos, era el caso del dominico Tomás Ortiz, quien escribió: “son incapaces de aprender [...] Dios nunca ha creado una raza más llena de vicios [...] Los indios son más estúpidos que los asnos y rechazan cualquier tipo de progreso”.
El padre las Casas abogaba por ellos -“son inofensivos, ignorantes, moderados”-, a la vez que se pronunciaba en favor de la esclavitud de africanos pues se les consideraba casi animales. Tales aparentes contradicciones se deben a que dichas opiniones se insertaban en clasificaciones preexistentes; se dividía a los llamados pueblos bárbaros en tres categorías: los de costumbres extrañas pero con gobierno, organizados; aquellos cuya lengua no es apta para ser escrita; y los que “por sus perversas costumbres y rudeza de ingenio y brutal inclinación son como fieras silvestres que viven en los campos, sin ciudades ni casas, sin policía, sin leyes”, entre los que se encontraban africanos y árabes. El lugar que ocupaba cada pueblo indígena en esta clasificación fue motivo de interminables discusiones pues cambiaba por los intereses del momento.
Otra categoría que muy pronto entró en juego fue la de nobles – “sólo los hace Dios”, decían-, y a los gobernantes tlaxcaltecas y mexicas, entre otros, se les consideró como tales, otorgándoles derechos especiales (vestir como españoles, andar a caballo) y se les permitió seguir recabando tributo, siempre y cuando aceptaran el bautizo y abandonaran por completo la llamada idolatría.
El universo mental español, lengua incluida, fue extendiéndose por el nuevo mundo. El vocablo indio fue reemplazando el de otomí, nahua, totonaco, uniformando un conjunto de más de doscientos pueblos diferentes, y fueron considerados como menores de edad, por lo que se decidió que vivieran en congregaciones aparte, bajo control y protección de la Corona, alejados de las ciudades. Las oposiciones indio catequizado/indio idólatra; indio sumiso/indio irredento, bárbaro; indio noble/indio plebeyo configuraron una trama de relaciones entre el poder central, el regional y los pueblos indígenas, así como entre ellos mismos. Son categorías que en el siglo XIX fueron retomadas desde la perspectiva del concepto de raza, integradas como elementos de análisis en un enfoque teñido de racismo; son modos de clasificar que perduraron y aún tienen vigencia; de ellas sigue dependiendo la manera como se les trata, la manera como se traba la relación entre poder y pueblos indígenas.
Población y espacio en la capital
El censo de 1753 proporciona un panorama de la estructura de la población, estimada en 40,000 personas, dentro de la traza o recinto, área que equivaldría al actual centro histórico de la ciudad. Con el término “calidad” se designa la ascendencia pero también el estatuto social de las personas y se le describe con expresiones como las siguientes, que en su conjunto llamaban “castas”.
español 60.7% | criollo, gachupín, español, español gachupín |
mulato 16.7% | chino, color inferior, color inferior esclavo, color moreno esclavo, color quebrado, color quebrado esclavo, color quebrado libre, moreno libre, lobo, morisco, morisco libre, mulato, mulato libre, mulato esclavo, mulato libre, pardo, pardo libre |
mestizo 14.3% | castizo, mestizo libre, mestizo |
indio 6.3% | indio, indio cacique, india meca, meco, indio tributaria, indio principal |
negro 1.8% | negro esclavo, negro libre, libre, negro |
filipino 0.05% | castizo filipino, chino filipino, filipino, indio filipino, mestizo filipino |
Casi la mitad de españoles eran artesanos, una quinta parte comerciantes, una décima empleados y otro tanto sirvientes; muy pocos prestaban servicios, eran burócratas, profesores, alumnos y profesionistas. La cuarta parte de los mestizos eran sirvientes y casi otro tanto artesanos; unos cuantos prestaban servicios, eran comerciantes, operarios y empleados. Los mulatos eran sirvientes en su mayoría, una décima parte artesanos, pocos prestaban servicios y unos cuantos se dedicaban al comercio. Los negros eran casi todos sirvientes y contados eran artesanos. La mitad de los filipinos eran asimismo sirvientes y la otra prestaban servicios. Los indios que vivían en la ciudad eran sirvientes en su mayoría, una décima parte artesanos, algunos prestaban servicios y muy pocos se dedicaban al comercio.
Cuarteles centrales y barrios de indios Mapa elaborado por Gerónimo Barrera con base en planos del siglo XVIII de acuerdo con una investigación efectuada por Guadalupe de la Torre (INAH), de la cual provienen también los datos del texto de sala que lo acompaña, 2016 Digitalización y sobreposición; impresión digital.
Las casas coloniales (como la que aloja este museo) constituían vastos espacios bien diferenciados: el área de los sirvientes al fondo; el piso “noble” (planta alta) donde habitaba la familia; los entresuelos donde se alojaban las oficinas y los empleados del negocio del dueño de la casa; las accesorias que daban a la calle en donde trabajaban y vivían artesanos y comerciantes principalmente.
Las casas coloniales multifamiliares eran espacios ocupados por personas de diferente “calidad”: en la planta alta, habitaban familias, algunas más otras menos acaudaladas; en los entresuelos mestizos, mulatos e indios, pero también españoles de menos recursos, lo mismo que en las accesorias, y en los cuartos vivían las personas con menos recursos pero igualmente podían ser mestizos, mulatos, indios o españoles.
Esta convivencia favorecía la proliferación de las castas, resultado de la mezcla de unos con otros, lo cual contrasta con los matrimonios registrados: la mayoría entre personas de la misma “calidad” (español con española, mulato con mulata, negro con negra, etc.) y apenas una décima parte de ellos entre diferentes (español con mestiza y mulata, muy pocos con indio y casi nadie con negro; indios casi siempre con mestizo; mestizo con mulato y raramente con negro; mulato con negro; filipino con mestizo y en ocasiones con mulato). Un orden espacial que favorecía la mezcla entre grupos, pero que procuraba el mantenimiento de la estructura social con el fin de controlar la población.